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Como puñalada que atraviesa el alma, la noche se hace larga, esperando las luces del alba.
Sueños entrevelados y recuerdos, invaden la penumbra y la soledad.
Por fin llega la mañana, con su luz, una luz clara y limpia.
Mientras tanto el vapor humeante del café asoma en la vieja cafetera, inundando la estancia.
En la chimenea, las ascuas aún calientes de la noche.
La bombilla de luz tenue se apaga y el sol se deja ver entre cortinas de encaje.
Mis ojos cansados de ver en el blanco y negro de la noche, se despiertan.
Una vuelta de llave da la señal a un nuevo día.
La calle desnuda sigue dormida a pesar del ajetreo de los gorriones.
Camino, me alejo, sigo caminando y mientras camino, respiro, me libero.